La producción editorial en México sobre la danza escénica es sorprendente y no tiene equivalente en América Latina y tal vez tampoco en el mundo. No sólo es destacable el número de publicaciones que ven la luz anualmente, como resultado de proyectos desarrollados en centros de investigación, universidades y otras instancias, tanto públicas como privadas, sino especialmente el empeño por configurar un perfil sólido, amplio y diverso de la dinámica actividad generada alrededor de la danza artística en esa nación.
El libro La coreografía: Graciela Henríquez cuerpo/movimiento/pensamiento (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2010), de la investigadora María
Cristina Mendoza Bernal, presentado hace pocas semanas en la Ciudad de México, reviste particular significación por cuanto está dedicado al análisis de la obra de la notable creadora venezolana a lo largo de sus 50 años de residencia mexicana. A través de este texto, la autora no se propone una biografía de la artista, sino una valoración del camino transitado por ella durante el último medio siglo e incluso antes, ya que ambién hace referencia a sus inicios como bailarina de danza clásica en los salones del liceo Andrés Bello de Caracas, hacia finales de los años cuarenta, su desempeño como
primera figura de esa especialidad y su giro radical hacia la danza contemporánea.
La publicación de Mendoza Bernal inicia con un perfil de Graciela Henríquez, no sólo sucinto sino singularmente acucioso y revelador. Ciertamente, la personalidad de la bailarina queda perfectamente descrita, en toda su vehemencia y vitalidad. La estructura del texto -atípica en este tipo de narraciones- continúa con un ensayo filosófico y estético que busca servir de marco teórico para el subsiguiente estudio de la obra creativa de la coreógrafa.
En 6 capítulos se aborda el mundo de ideas, imágenes y formas que han conducido a Henríquez por los laberintos (en ella mucho más intrincados) de la coreografía profesional, primero orientada por los parámetros del abstraccionismo del movimiento, luego inmersa dentro de un particular y genuino expresionismo femenino, hasta, finalmente, penetrar, con ironía y humor en los modos gestuales extraídos de la cultura urbana, específicamente la del Distrito Federal y proponer una visión contemporánea de algunos de los mitos nacionales de la historia de México.
Al dar cuentas de las andazas individuales de Graciela Henríquez, la investigadora Mendoza refiere, igualmente, el devenir de la danza escénica mexicana en la segunda mitad del siglo XX, así como las acciones de sus protagonistas y sus correspondientes contextos sociales y políticos. Las obras referenciales de la creadora -Invenciones, Gymnopedias, Mujeres, Tropicana’s, Las tardes de Salomé, La bolivariada, Radioranzas, Presagios, Visiones- reciben un tratamiento cronológico y somero.
Aparte, Oraciones, icono por excelencia de Henríquez, es objeto de un análisis científico, tanto desde el punto de vista de la composición como del estudio de los rituales sincréticos sobre la búsqueda amor que le sirven de base conceptual.
La coreografía: Graciela Henríquez cuerpo/movimiento/pensamiento exalta la labor de la bailarina venezolana en el ámbito mexicano. El reconocimiento es apropiado ya que forma parte de su historia. Ostenta doble nacionalidad, aunque en realidad pertenece al mundo.
Carlos Paolillo
publicado en El Nacional. cuerpo escenas
Caracas 17 de agosto 2011
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