viernes, 15 de julio de 2011

Danzas de Cámara

Fotografía cortesia de Susy Q Revista de Danza

la videodanza es, en la práctica, la construcción de un discurso coreográfico que
puede solamente ser contextualizado en el espacio arquitectónico que crea la cámara.

Cuando miramos una coreografía pensada para el encuadre de la cámara no contemplamos danza pura sino la representación dancística filtrada a través de estrategias estéticas y de composición que el director decidió en su montaje.

La videodanza supone la creación dancística empleando la imagen como medio y el lenguaje cinematográfico como vehículo de expresión de ese discurso coreográfico. Por tanto, difiere de la mera documentación de una coreografía. La videodanza es en sí misma un arte. Un arte híbrido que no busca sustituir trabajos creados para un espacio escénico y que existe de manera autónoma e independiente del hecho teatral. Por ello creo que es necesario entender que el trabajo dancístico pensado para la cámara pasa por la liberación de las expectativas creadas con respecto a la danza escénica. Es una danza que se ha liberado de los espacios teatrales y ha ganado un proscenio distinto: el de las pantallas de cine y televisión.

La popularidad de los filmes cortos de danza ha ganado impulso a través del masivo uso de las llamadas “social media” como YouTube y Vimeo, entre otros, lo que ha catapultado la producción de trabajos de corta duración y bajo presupuesto, abriendo una puerta especialmente para los jóvenes creadores. Un paseo por estas fuentes en el universo virtual puede dar cuenta de la popularidad alcanzada por la videodanza y del interés cada vez mayor que genera este ndisoluble matrimonio entre cine y danza. Pero lejos de lo que pudiera pensarse, esta unión ya sobrepasó sus bodas de oro, y se remonta al año 1894, cuando Thomas Edison filmó en una sola toma la figura de una joven que danza a lo LoieFüller, moviendo y agitando su vestido de manera continua.

El filme, llamado Annabelle the Dancer, marcó un hito en lo que a la creación de danza para la cámara se refiere, y se le considera la película pionera del género. Hacia los años treinta, Hollywood dará cabida al genio de Busby Berkley, quien a través de sus musicales experimentó muchas posibilidades
para, literalmente, coreografiar el movimiento para la cámara.

En medio de la locura y la espectacularidad de Berkley, surge en la década siguiente Maya Deren, cuya obra apunta hacia una investigación muy avant garde surgida de su fascinación por la representación del cuerpo en el tiempo y en el espacio. Esa fascinación se ha mantenido hasta hoy, quizá por las oportunidades que brinda el medio al coreógrafo para jugar con múltiples puntos de vista, insistir en detalles mínimos, crear paralelismos narrativos o metafóricos o generar cierta intimidad con el espectador. Todas estas posibilidades han sido adoptadas por numerosos creadores, muchos de los cuales han elaborado versiones filmadas de coreografías escénicas. Entre ellos, Anne Teresa de Keersmaeker (Rosas), Lloyd Newson (DV8), Wim Vandekeybus (Ultima Vez) y Sasha Waltz.

El videoespacio ofrece un lugar maleable y abierto a la exploración coreográfica. Es un espacio vivo para la creación que emplea el lenguaje cinematográfico para construir un discurso sobre el cuerpo en un espacio bidimensional y un tiempo elíptico. Y es también –sin duda alguna– un espacio ya ganado por la danza.

MARÍA INÉS VILLASMIL

Publicado en
Silicon Free
Susy Q Revista de Danza
España

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