Un espectáculo para estómagos fuertes y miradas pensantes en el que danza contemporánea y música experimental improvisan para ver lo que somos y nos asquea ver
Propuesta coreográfica de Ana Chin-A-Loy
“Allí donde huele a mierda, huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrir el bolsillo anal,
pero eligió cagar como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.”
Antonin Artaud
“Recibe lo que hay en mí
que eres tú”
Alejandra Pizarnik
Para algunos, el límite de nuestro cuerpo va de los pies a la cabeza. Para otros del cóccix a la coronilla. A veces, la evidencia más clara de seres finitos y transformadores que somos son las extremidades de nuestro tracto digestivo. La tercera dimensión que habitamos se establece por estos extremos: boca y ano. Ellos nos dan profundidad y volumen.
Poco importan principio y final. Poco valen los límites cuando no pueden ser concebidos por quienes los habitamos. Lo cierto es que el proceso más alquímico que hacemos (porque lo que entra sale transformado) y sobre el que menos reflexionamos, quizás porque nos da asco, es el más natural e inevitable en nuestra existencia: la digestión.
Pero no sólo digerimos alimentos que, luego, defecamos sanamente. También “digerimos” ideas, actos, vivencias, afectos, experiencias y vínculos que a veces vomitamos, que nos llenan de placer al saborearlas, que tragamos a la fuerza en ocasiones y que diariamente desechamos como excremento. La vida es digestión: digerir y ser digeridos.
Somos y existimos desde lo que nos asquea. La saliva, en la boca, es bienvenida y necesaria: es el inicio de la digestión, es canal para el placer del gusto (en todas sus acepciones). La saliva, en los momentos más eróticos y apasionados que algunos nos permitimos, es bienvenida y celebrada, es placentera y casi incitadora a la voluptuosidad. Pero escupir, la saliva fuera de la boca más allá de un “beso francés” (el más erótico y preciado beso, aquel que se añora y que se critica a quien no lo sabe ofrecer), produce náusea y repulsión. Pero ¿qué nos ha llevado al punto en el que “estar bien” y ser valiosos -o admisibles siquiera- signifique ocultarnos y disimularnos? Parece, en realidad, que en esta sociedad nos damos asco sin necesidad de gargajos.
¿Qué somos por dentro? ¿Qué movimiento, más real, inevitable, autónomo y auténtico de lo que quisiéramos, nos ocurre siempre por dentro aunque no nos percatemos? ¿Qué somos permanentemente aunque el terror de su exposición nos cause censura?
El cuerpo, nuestro cuerpo, es continente y contenido. Somos recipiente y sustancia a ser alimentada que sirve también de alimento. Lo que consumimos, cada bocado, fue materia viva… Pero el hambre no da para el asco ni para la reflexión aunque cuando está presente es ansia pura… Una vez satisfecha la voracidad, elegimos mejor pensar en el enjuague bucal de moda que nos haga olvidar o disimular cómo olemos y nos vemos por dentro.
El asco debe dar para más, debe tener su base en algo más que el simple abono que botamos diariamente. Quizás la repulsión al flujo, a la humedad, al ácido que descompone, a la transformación de lo fresco en mierda, tenga que ver, precisamente, con la digestión que constantemente hacemos en nuestras almas, en nuestros pensamientos. Porque detestamos admitirnos seres voraces, destructores, hambrientos. Dedicamos demasiado en disimular que muchas veces olemos peor en la digestión que ocurre en nuestras mentes y almas que en la física y obvia que somos constantemente en nuestros cuerpos. En esa negación desterramos el erotismo mismo en su forma más amplia y pura. Pretendemos lavar nuestras almas con cloro y aromatizadores. ¿Podremos realmente, en lo más íntimo, creer que no somos nuestra sombra también?
“Digestivo” es una pieza que, desde las acusaciones facilistas y superficiales puede parecer grotesca y enjuiciable… censurable. “Digestivo” es, en realidad, una pieza que propone una reivindicación de lo que somos sin verlo, de lo que necesitamos ver aunque con asco, de lo que juzgamos aunque nos erotiza, de lo que nos afecta y sacude de tan propio que es. “Digestivo” invita a la digestión de muchos prejuicios que a todos nos habitan en aras del encuentro que, desde la intimidad más honda que tenemos (aquella que, hasta la muerte, ignoramos de tan obvia y terrible de asumir que es), necesitamos ser no sólo desde afuera sino desde adentro: del encuentro con lo oculto y repulsivo que somos además de sublimes y evidentes. “Digestivo” busca evidenciar la sutil (si es que existe) frontera que hay entre lo sublime y la repulsión. Demasiadas veces tememos al placer y a la vida.
Lo que más une al hombre como especie es que tiene hambre y sed y necesidad de evacuar y deseo de perpetuidad que sólo es posible a través de la sexualidad y de la procreación (el crear activamente con otro… al que no le demos “asco” en ese instante). Para Ghandi, los seres humanos lograríamos vivir en mayor armonía y paz el día en que nos hiciéramos cargo de nuestros excrementos, el día en que fuéramos conscientes de ellos y no los desapareciéramos repentinamente en negación. ¿Cómo será una “humanidad” digerida y que se digiere?
Del 8 al 10 y del 15 al 17 de julio de 2011
Sala Experimental Sótano 3, Fundación Celarg. Altamira.
Viernes y sábados 8:00pm. Domingos 6:00pm.
Entrada general: Bs. 50 (tan barato como una mala peli en el cine!!!)
Dirección general y concepto: Ana Chin-A-Loy
Dirección musical: Andrés Levell
Dirección escénica y corporal: Ana Chin-A-Loy
Música y eructos: El Sagrado Familión
Danza y retorcijones: Carlos Penso y Ana Chin-A-Loy
Video: Carlos Penso y Ana Chin-A-Loy
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